25 feb 2013

A MEDIO CAMINO


Hace un año y diez días que vivimos en Melbourne. José ya terminó su magister; yo parto en un poco más de una semana el segundo año del mío (y último, asumiendo que todo sigue su curso sin novedades, por supuesto). Se nos fue todo el 2012 y casi todo el verano 2013, por lo que estoy un poco tarde para recuentos y cosas de final de año. La verdad, este post (o lo que queda del original) lo escribí hace tres meses y nunca lo subí. Hoy lo reescribo un poco mas selectivamente, con un poco más de calma.
Sin duda que vivir en una ciudad que aparece como una de las mejores en el mundo para vivir tiene su gracia, aunque uno no crea mucho en esos rankings. Más que recordar que ha pasado y como ha sido este año, me gustaría destacar las tres cosas que, creo, más voy a echar de menos cuando estemos de vuelta en Chile para así tenerlas bien presentes durante los meses que quedan. Tres, de una lista bien larga que hice en un principio. Dejando de lado los amigos y seres queridos, mis elegidos son los parques, la comida y la seguridad.



Melbourne, no así como mi querido Concepción, está lleno de parques. Parques grandes, parques chicos, parques lindos y otros no tanto. Son muchos, lo que implica que generalmente uno está cerca de un parque. Además de la cercanía, los parques están hechos de manera tal que uno tiene múltiples motivaciones para ir. Hay juegos para niños, por supuesto, pero además en muchos hay parrillas eléctricas (¡gratis!), espacios para picnics y para deportes, y mucho pasto y árboles que se pueden pisar y tocar (y possums, murciélagos, loros, patos…).
Pasando al siguiente elegido, la comida, creo que es de las cosas que más me ha entretenido este año. Y no es que salgamos a comer afuera muy seguido, es más, no salimos casi nunca; pero las veces que lo hemos hecho han valido la pena. Comer comida vietnamita, tailandesa, malaya, hindú, o de donde a uno se le ocurra de primera calidad y a precio de una hamburguesa es algo común. Además, no es necesario ir a un restaurant para disfrutar la comida, solo verla en los menús, poder comprar los ingredientes en los supermercados de productos extranjeros, o ir al mercado y ver toda esa cantidad de productos es algo que me ha encantado durante este tiempo. En este ítem incluyo también los cafés, son ricos, ricos (y nada que ver con los cortados de los cafés penquistas), y , aunque caros, más alcanzables para el bolsillo del estudiante.
Finalmente, y quizás lo mas trascendental de todo, la seguridad. Es increíble como acá la gente no le pone llave a las casas, deja el auto abierto (y lleno de cosas), camina con los iphone, iphod, y todos lo “i” posibles, y a las horas menos pensadas sin que ni se les ocurra que alguien se los va a robar. Posiblemente este último punto es también el que permite disfrutar los dos anteriores y todos los otros de mi larga lista original.
Así que si vienen a Melbourne, hagan un asado en un parque, coman algo diferente, y no se preocupen por los mano larga, que (casi) no hay.