31 may 2012

HOMESICK

 
Durante la semana previa al ingreso a clases, hubo múltiples actividades y charlas para que los estudiantes se prepararan para enfrentar el semestre de la mejor manera posible. Una de éstas, obligatoria para los estudiantes extranjeros de mi facultad, correspondiente al del departamento de orientación, consistió básicamente en enumerar los servicios que dicho departamento prestaba, correspondientes a orientación y apoyo psicológico, explicar el proceso normal por el que los estudiantes debían pasar por el hecho de estar fuera de sus casas, para finalizar con un ejercicio de relajación (que, aunque no lo pensé en el momento, nos ha sido de mucha utilidad).

Sin embargo, me quiero referir al segundo punto tratado, la evolución anímica que los estudiantes muy probablemente iban a sufrir por estar fuera de sus casas, homesick le dicen acá (que termino más lindo, “enfermo de hogar”, me parece notable). Ahí se expuso que lo más probable era que todos tuvieran una primera época cercana a la euforia, felices descubriendo todo lo nuevo de la vida que empezaban, en muchos casos disfrutando de una libertad que antes no tenían, seguida de una etapa más depresiva, donde se extraña mucho lo que se dejó, repitiendo el ciclo múltiples veces hasta llegar a un equilibrio intermedio, esto ejemplificado con un grafico similar al que reproduce abajo. Bueno, eso era el proceso normal, porque te podías quedar pegado en una etapa, ahí debías visitar su departamento.

 
Ponerse a pensar que se hecha de menos puede no ser el ejercicio mas saludable, pero últimamente la idea me ha rondado, quizás estoy homesick.

Más interesante me parece cuestionarse que es lo que hecha de menos la gente en general cuando esta fuera de su casa, que añoraban mis bisabuelos cuando llegaron a Chile, que hecha de menos un refugiado de guerra, un exiliado, un trotamundos, un estudiante o una persona común y corriente. Se extrañan los seres queridos, a veces hasta los no tan queridos, los lugares, las costumbres y también la comida.

Una vez vi una señora que viajaba a Europa y que le quitaban de su maleta una bolsa enorme con humitas y otra similar con hallullas todavía tibiecitas, seguro las llevaba para un ser muy querido que la estaba esperando al otro lado del mundo. Hasta yo una vez viajé con unos dos kilos de jugos livean, un encargo de una muy querida amiga. Pisco, manjar, hallullas, marraquetas, la cazuela, las empanaditas fritas de la abuelita (o la torta de caramelo de mi mamita!!), son muchas de las cosas que se podrían nombrar.

He escuchado,(como diría mi marido) de pésima fuente, que Melbourne es la ciudad donde vive la segunda colonia mas grande de chilenos en el extranjero (la primera estaría en Suecia). Por lo mismo, no es raro escuchar hablar chileno en la calle y al parecer comprar hallullas o pan batido no sería una tarea imposible (hay dos panaderías chilenas, pero no las hemos conocido aun).

Y es dentro de este mercado que acarrea el homesick que hay negocios establecidos, como las Asian Groceries (como la que hay al frente de mi casa, que me entretiene tanto), o como la Casa Ibérica.

 Casa Ibérica es un almacén de productos españoles, portugueses y latino americanos bastante sorprendente. Su oferta va desde tamales frescos, patas de jamón Serrano verdadero a pasteles de Belén y las empanadas, junto con muchas otras exquisiteces agrupadas bajo ese aglomerado de países “ibéricos”. Chile, no se queda atrás. Hay un pasillo completo con una variedad de productos que no pensaba posible encontrar acá. Desde chancaca, merquén y mote hasta Bilz, Pap, té Supremo, Nestum y jugos Zuko (jugo en polvo de nuevo! me parece más que curioso que los echen de menos, pero bueno, cada uno con su gusto).


Durante nuestra visita, después de mucho dar vueltas, mirar precios, reírnos y sorprendernos de lo que encontrábamos, no compramos nada (al parecer no echábamos tanto de menos, no la comida al menos), solo una empanada de pino frita que estaba mortal.
  
Ustedes, ¿que echarían de menos?